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Comadreo violencia obstétrica

Hace unos días disfrutamos de otro de nuestros amados «comadreos». Así llamamos en nuestra asociación a esos espacios, por ahora on line, de encuentro y reflexión en absoluta confianza y calidez, sobre cuestiones que sentimos cercanas a las doulas y el douleo, incluso temas que sentimos en nuestra propia piel.

En esta ocasión, sucedió con un tema muy presente, por desgracia, en nuestras vidas y en nuestra profesión, porque lo está en la maternidad y en todas las etapas de la vida de la mujer: la violencia obstétrica.

Nuestra socia Cristina nos cedió el tema. Nos hizo un regalo, porque no pudo estar presente en el encuentro, pero nos dió el punto de partida para la reflexión del día: cómo hacer para acompañar a las mujeres que nos soliciten, y vivan o hayan vivido violencia obstétrica. Gracias, Cristina!

Para empezar, como siempre, en esto y en todo, información. Las doulas hemos de informarnos, porque es parte de nuestra responsabilidad como acompañantes de la maternidad, de todo sobre lo que acompañamos, y en este caso, sobre lo que es violencia obstétrica, que va desde una actitud hacia la mujer que le hizo sentir mal, por pequeña que sea, hasta el maltrato físico o emocional directo, desde los profesionales que les atienden y/o acompañan. Porque la violencia obstétrica es un tipo de violencia, y la violencia es maltrato, el maltrato es agresividad, y la agresividad nunca es necesaria ni justificable.
Igualmente, la misma información ha de llegar a todas las mujeres, y estas la han de buscar y reclamar.

Después, consideremos que quienes ejercen está violencia obstétrica, no siempre lo hacen con intención. Son seres humanos, con sus personalidades, sus características, y sus días buenos y malos. Por ello, si las mujeres sentimos que se nos ha violentado, podemos y debemos, desde la información recibida, y el empoderamiento que esta nos otorga, hacérselo saber a quién nos violentó, desde el respeto, porque expresar y conversar desde ahí, siempre será aportador para ambas partes, y porque lo que no se dice, no existe, se queda en ese espacio limbo en el que a penas se percibe, pero se siente, y daña.

Afortunadamente, cada vez más profesionales del entorno de la maternidad y la mujer en general, han reconocido haber practicado la violencia obstétrica en alguna ocasión, se han disculpado, y han puesto empeño en hacer las cosas de otra manera, desde entonces. Porque es de sabios y bondadosos reconocer, disculparse y mejorar. Gracias a todos ellos.

Por último, encontramos que la mejor manera de acompañar a las mujeres que nos soliciten y sufran o hayan sufrido violencia obstétrica, es darles espacio emocional y físico para abordarlo, y ofrecerles la información correspondiente para que ellas puedan gestionarlo. Y en general, como hacemos con todo lo demás, dentro del contexto del acompañamiento en maternidad, en cada uno de nuestros acompañamientos, contemplar la existencia de la violencia obstétrica y aportar las herramientas necesarias para que las mujeres sepan que si son violentadas, sea por quien sea y desde donde sea, no son culpables de ello.

Porque esta es siempre nuestra labor: acompañar maternidad es estar sin hacer, aportando desde la información veraz y contrastada y la gestión emocional, como herramientas para que las mujeres encuentren en su interior el poder que siempre tuvieron para vivenciar una maternidad y el resto de sus etapas como mujeres, en libertad y desde la confianza y la seguridad.

Gracias, mujeres. Gracias, maternidad.